Si todos los caminos llegan a Roma, ¿cómo se sale de Roma?

A veces, pensamos demasiado y sentimos muy poco.

Mi abuelo siempre decía que si alguien quiere seriamente formar parte de tu vida, hará lo imposible por estar en ella, aunque, en cierto modo, perdamos entre pantallas el valor de las miradas, olvidando que cuando alguien nos dedica su tiempo, nos está regalando lo único que no recuperará jamás.

Y es que la vida son momentos, ¿sabes? Que ahora estoy aquí y mañana no lo sé. Y que quería decirte, que si alguna vez quieres algo, quieres algo de verdad, ve por ello y nada más, mirando el miedo de frente y a los ojos, entregándolo todo y dando el alma, sacando al niño que llevas dentro, ese que cree en los imposibles y que daría la luna por tocar una estrella...

Así que no sé qué será de mí mañana, pero este sol siempre va a ser el mismo que el tuyo, que los amigos son la familia que elegimos y que yo te elijo a ti, te elijo a ti por ser dueño de las arrugas que tendré en los labios de vieja, que apuesto fuerte por estos años a tu lado, por las noches en vela, las fiestas, las risas, los secretos y los amores del pasado. Tus abrazos, así por que sí, sin venir a cuento, ni tener que celebrar algo.

Y es que en este tiempo me he dado cuenta que los pequeños detalles son los que hacen las grandes cosas. Y que tú has hecho infinito mi límite, y así te doy las gracias por ser la única persona capaz de hacerme llorar riendo, por aparecer en mi vida con esa sonrisa loca, con ese brillo en los ojos capaz de pelearse contra un millón de tsunamis...

Así que no... no sé dónde estaremos mañana, no sé dónde estaremos dentro de diez años, ni cómo se sale de Roma, no te puedo asegurar nada. Pero te prometo, que pase lo que pase, estés donde estés, voy a acordarme de ti toda la vida, por eso, mi luna va a estar siempre contigo, porque tú me enseñaste a vivir cada día como el primer día del resto de mi vida y eso, eso no lo voy a olvidar nunca.

miércoles, 8 de enero de 2014

Tu dulce sonrisa.


Dime todo lo que no quiero oír. Todos mis defectos, las cosas que no soportas de mi. Échame en cara todas las veces que me porté mal contigo, que te decepcioné. Enfádate conmigo, dime que soy una niñata y que a ver si algún día maduro. Dime lo que verdaderamente piensas de mi. Pero después de eso, hazme un favor, solo uno; dime que me quieres.
No elegí tu risa, ni que me mires así, con esos ojos que me lo dan todo.
No he elegido que se me revuelva el estómago cada vez que hablan de ti, ni que cada suspiro que doy sea por y para ti. No he elegido tampoco los cabreos, los abrazos, ni los besos, ni desear besarte cada segundo de mi vida. No he elegido necesitar tus abrazos, ni echar de menos tus locuras.
No he elegido sentirme la chica más afortunada del universo simplemente porque existes, ni tampoco ser la envidia de muchas chicas que sueñan con encontrar a alguien como tú, vivir algo como esto.
Tampoco elegí el día, ni el mes en el que apareciste. No elegí ni siquiera pensar en tí cada instante.
Pero también quiero que sepas algo, si pudiese haberlo elegido, te hubiese elegido a ti, que no te quepa la menor duda.
Eres el ultimo rayo de sol en la tarde, la primera estrella que se aprecia en la noche y la ola que mas fuerte choca contra las rocas. Eres los cinco minutos antes de despertar, a primera gota de agua en un día de lluvia, el café ardiendo en una tarde de invierno... y el helado más sabroso en una mañana de julio. Eres la canción más bonita de todas, la montaña más alta y el valle más verde. Eres la sandía más dulce, el chocolate más amargo y el pintalabios más rojo. Lo eres todo, te quiero amor.

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