Si algo me divierte, eso es pensar, pensar en cualquier absurdidad que me lleve a olvidar por un largo parentesis, todo aquello que, a su vez, me ocupa parte del día.
Es como el pez que se muerde la cola. O la cola que persigue al pez, depende como se mire. Nada es como parece, y todo es tal como lo vemos.
Son preguntas sin respuestas, y respuestas a preguntas no hechas. Todo es tan simple y tan complicado. Frases vacias, sin sentido. Que a la vez llenan a uno de esa capacidad de imaginarse cualquier cosa. Dejar fuir los dedos. Solo eso, y el pensamiento, ahora incoherente, pero con más razón de lo que en un principio parece.
Escribir, pensar, dejar que todo fluya sin necesidad de detenerse un solo segundo para ver que aquello que pretendiamos hacer se ha esfumado para dar paso a conexiones inconexas, una cosa lleva a otra, pero a su vez esta otra hace que todo pierda el sentido, el pez, la cola, el parentesis, las preguntas, las respuestas, la carencia de sentido, y la simplicidad que sin quererlo lo cubre a todo de piezas complicadas, semblantes, y que por más que lo intentamos, no cuadran.
La vida, sus manias, su peculiar forma de darnos a cuentagotas cualquier informacion que haga que demos la razon a quien menciono que el ser humano es innato, y que todo se aprende, animales, si, pero un tanto distintos, gracias a ese don de poder perder el tiempo en frases sin sentido que llenan pensamintos huecos, faltos de motivacion para poder perder los segundos en algo mejor, y el resultado de todo es, simplemente esto, ramificaciones que parten de un tronco carente de significado, y que tan solo buscaba caminos desiertos donde amoblar, periodicamente, los pensamientos que se le escapaban para echarles por ultima vez un vistazo, me encantan estos pequeños parentesis, mis dedos se vuelven toscos, mi mente, espesa, y el pez ha dejado de morder la cola que lo perseguia, todo vuelve a su cauce, asi de simple, de complicado, de vuelta a la rutina.
Si todos los caminos llegan a Roma, ¿cómo se sale de Roma?
A veces, pensamos demasiado y sentimos muy poco.
Mi abuelo siempre decía que si alguien quiere seriamente formar parte de tu vida, hará lo imposible por estar en ella, aunque, en cierto modo, perdamos entre pantallas el valor de las miradas, olvidando que cuando alguien nos dedica su tiempo, nos está regalando lo único que no recuperará jamás.
Y es que la vida son momentos, ¿sabes? Que ahora estoy aquí y mañana no lo sé. Y que quería decirte, que si alguna vez quieres algo, quieres algo de verdad, ve por ello y nada más, mirando el miedo de frente y a los ojos, entregándolo todo y dando el alma, sacando al niño que llevas dentro, ese que cree en los imposibles y que daría la luna por tocar una estrella...
Así que no sé qué será de mí mañana, pero este sol siempre va a ser el mismo que el tuyo, que los amigos son la familia que elegimos y que yo te elijo a ti, te elijo a ti por ser dueño de las arrugas que tendré en los labios de vieja, que apuesto fuerte por estos años a tu lado, por las noches en vela, las fiestas, las risas, los secretos y los amores del pasado. Tus abrazos, así por que sí, sin venir a cuento, ni tener que celebrar algo.
Y es que en este tiempo me he dado cuenta que los pequeños detalles son los que hacen las grandes cosas. Y que tú has hecho infinito mi límite, y así te doy las gracias por ser la única persona capaz de hacerme llorar riendo, por aparecer en mi vida con esa sonrisa loca, con ese brillo en los ojos capaz de pelearse contra un millón de tsunamis...
Así que no... no sé dónde estaremos mañana, no sé dónde estaremos dentro de diez años, ni cómo se sale de Roma, no te puedo asegurar nada. Pero te prometo, que pase lo que pase, estés donde estés, voy a acordarme de ti toda la vida, por eso, mi luna va a estar siempre contigo, porque tú me enseñaste a vivir cada día como el primer día del resto de mi vida y eso, eso no lo voy a olvidar nunca.
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