Hay recuerdos que te sonríen muy fuerte por las noches y te invitan a una última copa, a un último baile, que resulta ser el más triste de todos.
Adivina quien se ha roto esta noche, bueno, ya no es necesario adivinar, si cuando me levanto de la cama se mueven todos los cristales que me han hecho grietas en mi cuerpo, me han atravesado los ojos y mi mente está rota.
Soy el chico de las esperanzas en el suelo, el de las mariposas muertas, el que se clava varios clavos cuando escribe, el que baila sobre el suelo de piedras, el que se lanza desde la montaña más alta para demostrarse a sí mismo que las mejores cosas de la vida son las que te matan, o te terminan haciendo mucho daño. Porque eso es mejor que nada. Que las mejores y más divertidas aventuras son las que se viven con alguien con quien nunca querrías contarle a nadie de su existencia ni de lo que has vivido a su lado.
Adivina quién sobrepasa las doce de la noche recordando todo lo que nunca podrá tener en brazos.
Adivina quién se duerme en las madrugadas abrazando una fotografía de alguien que echa muchísimo de menos.
Soy el chico que se corta al pasar de página, el que no logra concentrarse ante una sonrisa, el que recoge los retazos del que fue, el que enumera del uno al diez su dolor y luego lo convierte en verso.
Adivina quien lo ha visto caer, resurgir desde los cimientos y agarrarse muy fuerte de las tablas ante un naufragio.
Me he visto a mí mismo en una escala de grises y si no, es el mismísimo sol quien me quema por otros, aunque dudo mucho que lo haga igual.
Adivina quien ha muerto durante la noche y ha resucitado con el primer rayo del amanecer.
Ese fui, soy y seré yo.
Si todos los caminos llegan a Roma, ¿cómo se sale de Roma?
A veces, pensamos demasiado y sentimos muy poco.
Mi abuelo siempre decía que si alguien quiere seriamente formar parte de tu vida, hará lo imposible por estar en ella, aunque, en cierto modo, perdamos entre pantallas el valor de las miradas, olvidando que cuando alguien nos dedica su tiempo, nos está regalando lo único que no recuperará jamás.
Y es que la vida son momentos, ¿sabes? Que ahora estoy aquí y mañana no lo sé. Y que quería decirte, que si alguna vez quieres algo, quieres algo de verdad, ve por ello y nada más, mirando el miedo de frente y a los ojos, entregándolo todo y dando el alma, sacando al niño que llevas dentro, ese que cree en los imposibles y que daría la luna por tocar una estrella...
Así que no sé qué será de mí mañana, pero este sol siempre va a ser el mismo que el tuyo, que los amigos son la familia que elegimos y que yo te elijo a ti, te elijo a ti por ser dueño de las arrugas que tendré en los labios de vieja, que apuesto fuerte por estos años a tu lado, por las noches en vela, las fiestas, las risas, los secretos y los amores del pasado. Tus abrazos, así por que sí, sin venir a cuento, ni tener que celebrar algo.
Y es que en este tiempo me he dado cuenta que los pequeños detalles son los que hacen las grandes cosas. Y que tú has hecho infinito mi límite, y así te doy las gracias por ser la única persona capaz de hacerme llorar riendo, por aparecer en mi vida con esa sonrisa loca, con ese brillo en los ojos capaz de pelearse contra un millón de tsunamis...
Así que no... no sé dónde estaremos mañana, no sé dónde estaremos dentro de diez años, ni cómo se sale de Roma, no te puedo asegurar nada. Pero te prometo, que pase lo que pase, estés donde estés, voy a acordarme de ti toda la vida, por eso, mi luna va a estar siempre contigo, porque tú me enseñaste a vivir cada día como el primer día del resto de mi vida y eso, eso no lo voy a olvidar nunca.
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