Cuando te he cogido el teléfono el mundo ya dormía.
Ahora estás ahí, al otro lado del teléfono. Te escucho respirar, y moverte y quejarte por algo que no te ha salido bien en ese juego de ordenador que tanto te engancha. Y estamos callados. Ya nos hemos contado lo que hemos hecho, lo que estamos haciendo y lo que deberíamos hacer y no haremos. Ya nos hemos dicho lo que nos hemos echado de menos, que no hemos dejado de pensarnos y hasta nos lo hemos repetido. Y estamos callados sin ni siquiera valorar la posibilidad de colgar.
Cualquiera pensaría que somos realmente estúpidos, y es que resulta bastante estúpido mantener una conversación telefónica en silencio, cuando ya, aparentemente no queda nada que decir.
Y sin más rompes el silencio, susurrando un te quiero. Y a mi se me para la respiración. Y estoy segura de que en ese instante hasta el mundo deja de girar por ese te quiero, porque siempre nos quedará un te quiero por decir.
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