Si todos los caminos llegan a Roma, ¿cómo se sale de Roma?

A veces, pensamos demasiado y sentimos muy poco.

Mi abuelo siempre decía que si alguien quiere seriamente formar parte de tu vida, hará lo imposible por estar en ella, aunque, en cierto modo, perdamos entre pantallas el valor de las miradas, olvidando que cuando alguien nos dedica su tiempo, nos está regalando lo único que no recuperará jamás.

Y es que la vida son momentos, ¿sabes? Que ahora estoy aquí y mañana no lo sé. Y que quería decirte, que si alguna vez quieres algo, quieres algo de verdad, ve por ello y nada más, mirando el miedo de frente y a los ojos, entregándolo todo y dando el alma, sacando al niño que llevas dentro, ese que cree en los imposibles y que daría la luna por tocar una estrella...

Así que no sé qué será de mí mañana, pero este sol siempre va a ser el mismo que el tuyo, que los amigos son la familia que elegimos y que yo te elijo a ti, te elijo a ti por ser dueño de las arrugas que tendré en los labios de vieja, que apuesto fuerte por estos años a tu lado, por las noches en vela, las fiestas, las risas, los secretos y los amores del pasado. Tus abrazos, así por que sí, sin venir a cuento, ni tener que celebrar algo.

Y es que en este tiempo me he dado cuenta que los pequeños detalles son los que hacen las grandes cosas. Y que tú has hecho infinito mi límite, y así te doy las gracias por ser la única persona capaz de hacerme llorar riendo, por aparecer en mi vida con esa sonrisa loca, con ese brillo en los ojos capaz de pelearse contra un millón de tsunamis...

Así que no... no sé dónde estaremos mañana, no sé dónde estaremos dentro de diez años, ni cómo se sale de Roma, no te puedo asegurar nada. Pero te prometo, que pase lo que pase, estés donde estés, voy a acordarme de ti toda la vida, por eso, mi luna va a estar siempre contigo, porque tú me enseñaste a vivir cada día como el primer día del resto de mi vida y eso, eso no lo voy a olvidar nunca.

miércoles, 4 de junio de 2014

Las horas del reloj corrían y corrían en su contra.

Eres el adiós que nunca sabré decir.
Ella no era del todo consciente pero no había marcha atrás. El destino había llegado. El ayer se había encontrado con el hoy y había dejado de existir ese siempre que se quedaba suspendido en el aire. Trataba de acercarse a aquello que siempre deseó pero se veía incapaz. Soltó un leve suspiro. Ya es tarde, pensaba.
Pero no podía parar. No. Aún no. Aún tenía fuerzas para seguir luchando.
Aún le quedaba la esperanza, que es lo ultimo que se pierde o eso dicen. Solo una última vez, dijo casi sin aliento.
Ambos lo merecemos. Así que corrió. Corrió tras él. Como nunca en su vida lo habia hecho. Corrio hacia aquel moreno de ojos verdes que le quitaba el sentido. Corrió hacia el chico que le dejaba sin respiración y que, curiosamente, le había salvado en más de una ocasión. Corrió incluso cuando sus piernas le gritaba que parase. Su respiración se entrecortaba. Apenas podía divisar el rastro que dejaba aquel muchacho a su paso por aquella inmensa ciudad. Pero no podía rendirse. No. Aún no. Le quiero, joder, le quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario