Si todos los caminos llegan a Roma, ¿cómo se sale de Roma?

A veces, pensamos demasiado y sentimos muy poco.

Mi abuelo siempre decía que si alguien quiere seriamente formar parte de tu vida, hará lo imposible por estar en ella, aunque, en cierto modo, perdamos entre pantallas el valor de las miradas, olvidando que cuando alguien nos dedica su tiempo, nos está regalando lo único que no recuperará jamás.

Y es que la vida son momentos, ¿sabes? Que ahora estoy aquí y mañana no lo sé. Y que quería decirte, que si alguna vez quieres algo, quieres algo de verdad, ve por ello y nada más, mirando el miedo de frente y a los ojos, entregándolo todo y dando el alma, sacando al niño que llevas dentro, ese que cree en los imposibles y que daría la luna por tocar una estrella...

Así que no sé qué será de mí mañana, pero este sol siempre va a ser el mismo que el tuyo, que los amigos son la familia que elegimos y que yo te elijo a ti, te elijo a ti por ser dueño de las arrugas que tendré en los labios de vieja, que apuesto fuerte por estos años a tu lado, por las noches en vela, las fiestas, las risas, los secretos y los amores del pasado. Tus abrazos, así por que sí, sin venir a cuento, ni tener que celebrar algo.

Y es que en este tiempo me he dado cuenta que los pequeños detalles son los que hacen las grandes cosas. Y que tú has hecho infinito mi límite, y así te doy las gracias por ser la única persona capaz de hacerme llorar riendo, por aparecer en mi vida con esa sonrisa loca, con ese brillo en los ojos capaz de pelearse contra un millón de tsunamis...

Así que no... no sé dónde estaremos mañana, no sé dónde estaremos dentro de diez años, ni cómo se sale de Roma, no te puedo asegurar nada. Pero te prometo, que pase lo que pase, estés donde estés, voy a acordarme de ti toda la vida, por eso, mi luna va a estar siempre contigo, porque tú me enseñaste a vivir cada día como el primer día del resto de mi vida y eso, eso no lo voy a olvidar nunca.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Hay momentos en la vida en los que uno no quiere parar de sonreír, no por felicidad, sino por resignación.

Acabo de cerrar justo algunas puertas que me servían de escape cuando tenía ganas de abandonarlo todo en tus brazos. De dejar las ganas en tu boca, y olvidarme de que el mundo arde cuando te veo sonreír cuando estás tumbado en la cama. Y me prendes fuego con la mirada y me invitas a caminar por esos lugares que solamente quieres enseñarme a mi.

Y la noche se enciende. Y brillamos, aunque sepamos que después del incendio, solamente quedan cenizas. Y un hermoso desastre con vistas a cualquier paisaje que nos pinta cualquier libro de ciencia ficción, mientras nuestra canción se reproduce en el bar mas cercano y dos comienzan a conocerse.

Y bailamos. Y te susurro al oído:
Quiero que seas el infinito del que todo el mundo habla. Quiero eternizarme contigo, pero también quiero que nuestras primeras arrugas sean de tanto reír, y no porque estemos envejeciendo.

Esta noche, la poesia se parece mucho a ti. Esta noche, la música suena igual que tu voz cuando intentas decirme algo muy bajito. Esta noche, la noche esta en tus pupilas.

Voy a besarte las imposibilidades y voy a enseñarte que los imposibles te están reclamando porque tú no los intentas.

Intentame, gilipollas, me dices.
Y te beso. Y el mundo entonces, es una olla de presión contra nuestro pecho que decidimos abrir cuando esta aun en la estufa. Y terminamos con muchas quemaduras, pero el amor es lo mas parecido al peor incendio que jamas nadie podrá apagar.

Así que, cariño, caminemos y mostremos al mundo lo precioso que es quemarse con otro cuerpo.

Enseñemos con orgullo nuestras quemaduras.

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