Si todos los caminos llegan a Roma, ¿cómo se sale de Roma?

A veces, pensamos demasiado y sentimos muy poco.

Mi abuelo siempre decía que si alguien quiere seriamente formar parte de tu vida, hará lo imposible por estar en ella, aunque, en cierto modo, perdamos entre pantallas el valor de las miradas, olvidando que cuando alguien nos dedica su tiempo, nos está regalando lo único que no recuperará jamás.

Y es que la vida son momentos, ¿sabes? Que ahora estoy aquí y mañana no lo sé. Y que quería decirte, que si alguna vez quieres algo, quieres algo de verdad, ve por ello y nada más, mirando el miedo de frente y a los ojos, entregándolo todo y dando el alma, sacando al niño que llevas dentro, ese que cree en los imposibles y que daría la luna por tocar una estrella...

Así que no sé qué será de mí mañana, pero este sol siempre va a ser el mismo que el tuyo, que los amigos son la familia que elegimos y que yo te elijo a ti, te elijo a ti por ser dueño de las arrugas que tendré en los labios de vieja, que apuesto fuerte por estos años a tu lado, por las noches en vela, las fiestas, las risas, los secretos y los amores del pasado. Tus abrazos, así por que sí, sin venir a cuento, ni tener que celebrar algo.

Y es que en este tiempo me he dado cuenta que los pequeños detalles son los que hacen las grandes cosas. Y que tú has hecho infinito mi límite, y así te doy las gracias por ser la única persona capaz de hacerme llorar riendo, por aparecer en mi vida con esa sonrisa loca, con ese brillo en los ojos capaz de pelearse contra un millón de tsunamis...

Así que no... no sé dónde estaremos mañana, no sé dónde estaremos dentro de diez años, ni cómo se sale de Roma, no te puedo asegurar nada. Pero te prometo, que pase lo que pase, estés donde estés, voy a acordarme de ti toda la vida, por eso, mi luna va a estar siempre contigo, porque tú me enseñaste a vivir cada día como el primer día del resto de mi vida y eso, eso no lo voy a olvidar nunca.

viernes, 4 de septiembre de 2015

El viento también se lleva lo que te queda en la punta de la lengua. Y no lo encuentras jamás.

Ojalá un día de estos me dé por pensar en mí, porque, a rendición de cuentas, me debo ser feliz. Porque llegará un instante en el que la vida me pondrá frente a mi y no sabré decir otra cosa, sino perdón.

Perdón por haberte abandonado, perdón por haberte lastimado.

Querido yo: una vez te dije que iba a por todas, pero no a por ti. Y fue cuando entendí que no hay peor acto suicida que abandonarte en un intento de no abandonar a otro.

Yo te quiero, y mucho. Pero a veces no consigo la manera de expresártelo, sino con más heridas, no sé porque soy tan así, tan amante del dolor, supongo que es porque lo hemos vivido tanto tiempo en carne propia que un día pasó, pasó que nos enamoramos de esa mierda, y que mierda fue haberlo hecho.

Recuerdo cuando intentabas, desde tu fuerza interior, impedir que me viniese abajo con todas mis ruinas.

Recuerdo cuando anochecía y yo aún no encontraba mi lugar en el mundo, porque para serte sincero, nunca supe abrazarlo fuerte, porque siempre se me hizo ajeno a mi.

Recuerdo cuando callaba, mientras tu gritabas por dentro. Y las palabras no decían nada, entonces las miradas comenzaron a manifestarse frente al palacio de no se que.

Recuerdo cuando me enamore por primera vez y los dos nos sentimos extraños, ajenos a ese sentimiento tu tenías esa corazonada, y yo ese sentimiento de que algo no iba a salir bien. Pero a quien le puede importar que salgan bien las cosas cuando estas en una ciudad donde nunca habías estado y lo único que quieres es hacer locuras.

Recuerdo cuando te perdí, si a ti, y nunca te volví a encontrar. A veces uno no se encuentra, porque realmente busca no encontrarse.

Y ahora pago los cristales rotos.

Te necesito.
Te necesito como aquel niño escolar que buscaba que alguien le ayudase a salir de tantísimo acoso y la única salida que encontró fue escribir, te necesito como quien busca encontrarse en los brazos correctos, te necesito porque siento que algo no funciona del todo bien, me imagino que eres tu, que estas marchitando.

Perdóname.

No quise dejarte solo por tanto tiempo, pero ahora que te he encontrado de nuevo, te juro que no te vuelvo a perder.

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