Si todos los caminos llegan a Roma, ¿cómo se sale de Roma?

A veces, pensamos demasiado y sentimos muy poco.

Mi abuelo siempre decía que si alguien quiere seriamente formar parte de tu vida, hará lo imposible por estar en ella, aunque, en cierto modo, perdamos entre pantallas el valor de las miradas, olvidando que cuando alguien nos dedica su tiempo, nos está regalando lo único que no recuperará jamás.

Y es que la vida son momentos, ¿sabes? Que ahora estoy aquí y mañana no lo sé. Y que quería decirte, que si alguna vez quieres algo, quieres algo de verdad, ve por ello y nada más, mirando el miedo de frente y a los ojos, entregándolo todo y dando el alma, sacando al niño que llevas dentro, ese que cree en los imposibles y que daría la luna por tocar una estrella...

Así que no sé qué será de mí mañana, pero este sol siempre va a ser el mismo que el tuyo, que los amigos son la familia que elegimos y que yo te elijo a ti, te elijo a ti por ser dueño de las arrugas que tendré en los labios de vieja, que apuesto fuerte por estos años a tu lado, por las noches en vela, las fiestas, las risas, los secretos y los amores del pasado. Tus abrazos, así por que sí, sin venir a cuento, ni tener que celebrar algo.

Y es que en este tiempo me he dado cuenta que los pequeños detalles son los que hacen las grandes cosas. Y que tú has hecho infinito mi límite, y así te doy las gracias por ser la única persona capaz de hacerme llorar riendo, por aparecer en mi vida con esa sonrisa loca, con ese brillo en los ojos capaz de pelearse contra un millón de tsunamis...

Así que no... no sé dónde estaremos mañana, no sé dónde estaremos dentro de diez años, ni cómo se sale de Roma, no te puedo asegurar nada. Pero te prometo, que pase lo que pase, estés donde estés, voy a acordarme de ti toda la vida, por eso, mi luna va a estar siempre contigo, porque tú me enseñaste a vivir cada día como el primer día del resto de mi vida y eso, eso no lo voy a olvidar nunca.

domingo, 9 de marzo de 2014

Mañana dejaré de quererte, pero hoy callate y besame.


-Ya no te quiero- dijo dandose la vuelta.
+Mentirosa... -respondió él muy seguro de sí mismo.
Ella notó esos ojos de miel clavándose en su nuca, pero no quiso girarse, pues sabía que en el momento en que sus miradas se cruzasen, ella quedaría indefensa ante sus sentimientos.
Él se acercaba a ella, tocó sus brazos con la punta de sus dedos, enredó una mano en su melena, y con la otra ladeaba cuidadosamente su pelo, asaltó su cuello sin permiso dejando un camino de besos, llegó hasta la oreja, donde volvió a susurrar:
+Mentirosa...
Ella se estremeció, cerró los ojos, apretó las manos y se mordió los labios. No sólo le quería, sino que hoy lo amaba más que nunca.
Él la miraba con deseo, cual león hambriento vigila a su presa, y despacito se colocó frente a ella.
Sus miradas se cruzaron y el corazón de ella se derretía a cada segundo... Ahora había silencio, se miraban y conversaban sin palabras, y su único testigo era la cálida brisa de una tarde de verano. Él sintió un impulso, (el mismo impulso que siente el león antes de morder la yugular de su presa). Alargó el brazo y agarró la hebilla del cinturón de ella, y tirando con fuerza hacia él, los dos acabaron en un apasionado beso de dulces segundos...
+Dime ahora que no me quieres... -dijo él con una sonrisa pícara en los labios.
-Mañana dejaré de quererte...pero hoy... cállate y besame.

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