
Las penas se me van aplacando a oleadas, como los cigarros apretándose en los ceniceros repletos de agua en todas las terrazas en las que compartimos besos, vicios por partida triple.
Empiezo a habituarme a ser la niña de tus ojos, la que se refleja en tus gafas de sol y en lunas azules, a ser tu mano izquierda en las calles, a llenarte los márgenes de anotaciones.
Ocupamos poco espacio, me pides que te quiera como si hiciera falta.
Me alegras la noche y me dan ganas de exigirte que me alegres la vida.
Tenemos una joya de valor incalculable, lo nuestro.
El romanticismo deja de ser una cruz para ser mi cara más bonita.
-Tú tienes que tener una parte de mi. Para poder explicarlo todo. Seguro que has quitado algo de mí y te lo has quedado. Quiero verte.
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