Tal vez necesitamos más de todo, o de nosotros mismos. Quizás la clave para salir del desastre está en aceptarlo desde el principio, y abrazarlo, aceptar que es nuestro y que siempre lo ha sido, y que, por muy fuerte que suene, también nos ha acompañado después de todo el camino. Hemos tenido vistas, porque las hemos tenido, así no nos gustasen, hemos tenido risas sin saber que estamos riendo, porque muchas veces nos la pasamos buscando el golpe de la piedra y eso, muchos, aun no lo saben. A lo mejor es que hemos pasado toda nuestra vida hablando bajito, para pasar desapercibidos, para que nadie nos escuchase cuan desesperados estamos, o tan ansiosos nos vemos desde nuestros ojos. Para ser invisibles, como el sueño de un niño o de un criminal. O quizás lo hemos hecho, para negar cuando alguien nos pregunta si nos han hecho daño.
Un abrazo también representa un atentado terrorista, porque he sentido como cada vértebra, cada hueso, cada palmada en mi espalda, me ha hecho temblar y desaparecer en una milésima de segundo. Y desmoronarme pensando en el futuro, en el de dos almas soñadoras y emprendedoras que buscan cosas diferentes, que miran hacia horizontes diferentes, pero que bailan su canción favorita como un fanático loco por su idolo.
A veces me pregunto ¿como fuimos tan tontos al dejarnos ir en otros? Y he llegado a la conclusión de que, quizás, lo hemos hecho, porque simple y sencillamente, no nos quedó de otra que acompañar a otro en su soledad, aunque eso implicase quedarnos aún más solos.
Y lo resumo todo en unas cuantas palabras:
No se trata de encajar, sino de encontrar una postura comoda en la vida. Tal y como lo hacemos cuando miramos televisión desde el sofá o cuando intentamos dormir.
Si todos los caminos llegan a Roma, ¿cómo se sale de Roma?
A veces, pensamos demasiado y sentimos muy poco.
Mi abuelo siempre decía que si alguien quiere seriamente formar parte de tu vida, hará lo imposible por estar en ella, aunque, en cierto modo, perdamos entre pantallas el valor de las miradas, olvidando que cuando alguien nos dedica su tiempo, nos está regalando lo único que no recuperará jamás.
Y es que la vida son momentos, ¿sabes? Que ahora estoy aquí y mañana no lo sé. Y que quería decirte, que si alguna vez quieres algo, quieres algo de verdad, ve por ello y nada más, mirando el miedo de frente y a los ojos, entregándolo todo y dando el alma, sacando al niño que llevas dentro, ese que cree en los imposibles y que daría la luna por tocar una estrella...
Así que no sé qué será de mí mañana, pero este sol siempre va a ser el mismo que el tuyo, que los amigos son la familia que elegimos y que yo te elijo a ti, te elijo a ti por ser dueño de las arrugas que tendré en los labios de vieja, que apuesto fuerte por estos años a tu lado, por las noches en vela, las fiestas, las risas, los secretos y los amores del pasado. Tus abrazos, así por que sí, sin venir a cuento, ni tener que celebrar algo.
Y es que en este tiempo me he dado cuenta que los pequeños detalles son los que hacen las grandes cosas. Y que tú has hecho infinito mi límite, y así te doy las gracias por ser la única persona capaz de hacerme llorar riendo, por aparecer en mi vida con esa sonrisa loca, con ese brillo en los ojos capaz de pelearse contra un millón de tsunamis...
Así que no... no sé dónde estaremos mañana, no sé dónde estaremos dentro de diez años, ni cómo se sale de Roma, no te puedo asegurar nada. Pero te prometo, que pase lo que pase, estés donde estés, voy a acordarme de ti toda la vida, por eso, mi luna va a estar siempre contigo, porque tú me enseñaste a vivir cada día como el primer día del resto de mi vida y eso, eso no lo voy a olvidar nunca.
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