Si todos los caminos llegan a Roma, ¿cómo se sale de Roma?

A veces, pensamos demasiado y sentimos muy poco.

Mi abuelo siempre decía que si alguien quiere seriamente formar parte de tu vida, hará lo imposible por estar en ella, aunque, en cierto modo, perdamos entre pantallas el valor de las miradas, olvidando que cuando alguien nos dedica su tiempo, nos está regalando lo único que no recuperará jamás.

Y es que la vida son momentos, ¿sabes? Que ahora estoy aquí y mañana no lo sé. Y que quería decirte, que si alguna vez quieres algo, quieres algo de verdad, ve por ello y nada más, mirando el miedo de frente y a los ojos, entregándolo todo y dando el alma, sacando al niño que llevas dentro, ese que cree en los imposibles y que daría la luna por tocar una estrella...

Así que no sé qué será de mí mañana, pero este sol siempre va a ser el mismo que el tuyo, que los amigos son la familia que elegimos y que yo te elijo a ti, te elijo a ti por ser dueño de las arrugas que tendré en los labios de vieja, que apuesto fuerte por estos años a tu lado, por las noches en vela, las fiestas, las risas, los secretos y los amores del pasado. Tus abrazos, así por que sí, sin venir a cuento, ni tener que celebrar algo.

Y es que en este tiempo me he dado cuenta que los pequeños detalles son los que hacen las grandes cosas. Y que tú has hecho infinito mi límite, y así te doy las gracias por ser la única persona capaz de hacerme llorar riendo, por aparecer en mi vida con esa sonrisa loca, con ese brillo en los ojos capaz de pelearse contra un millón de tsunamis...

Así que no... no sé dónde estaremos mañana, no sé dónde estaremos dentro de diez años, ni cómo se sale de Roma, no te puedo asegurar nada. Pero te prometo, que pase lo que pase, estés donde estés, voy a acordarme de ti toda la vida, por eso, mi luna va a estar siempre contigo, porque tú me enseñaste a vivir cada día como el primer día del resto de mi vida y eso, eso no lo voy a olvidar nunca.

jueves, 22 de noviembre de 2012


A veces la vida te da tantas patadas que ya llega un momento en el que el dolor no aumenta sino que se queda ahi, de una forma continua, sin subidas...sin bajadas...y aprendes a vivir con él. En ocasiones, las personas que mas nos importan, nos hacen algo que nos daña tanto por dentro que sentimos sangre en la boca y vacio en el estomago y por un momento, llegamos a pensar que todo el interior explotara extinguiendo cualquier recuerdo que nos haga transportarnos a otra epoca feliz junto a ellas. 
Pero cuando todo esto ocurre es cuando más debemos concentrar las pocas fuerzas que nos queden y levantarnos para mirar al dolor erguidos. 
Aceptar la vida con sus más y sus menos y hacerse la idea de que al igual que buenos momentos, nuestros días tambien se complementaran con otros malos que, al fin y al cabo, tenemos que responder ante ellos con una buena sonrisa. Es curioso ver que, a pesar de tantos malos momentos, calentamientos de cabeza y gente que, en mayor o menor medida, te influencia no se me quitan las ganas de vivir.
Y es que a traves de esos malos momentos, siempre hay pequeños detalles, personas, objetos, canciones, y olores que nos devuelven la felicidad, y levantan al sol que cayó en su día. Y es que esos detalles son los diamantes que hacen que la luz llegue hasta mi camino para que así pueda seguir caminando. 

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