
A veces la vida te da tantas patadas que ya llega un momento en el que el dolor no aumenta sino que se queda ahi, de una forma continua, sin subidas...sin bajadas...y aprendes a vivir con él. En ocasiones, las personas que mas nos importan, nos hacen algo que nos daña tanto por dentro que sentimos sangre en la boca y vacio en el estomago y por un momento, llegamos a pensar que todo el interior explotara extinguiendo cualquier recuerdo que nos haga transportarnos a otra epoca feliz junto a ellas.
Pero cuando todo esto ocurre es cuando más debemos concentrar las pocas fuerzas que nos queden y levantarnos para mirar al dolor erguidos.
Aceptar la vida con sus más y sus menos y hacerse la idea de que al igual que buenos momentos, nuestros días tambien se complementaran con otros malos que, al fin y al cabo, tenemos que responder ante ellos con una buena sonrisa. Es curioso ver que, a pesar de tantos malos momentos, calentamientos de cabeza y gente que, en mayor o menor medida, te influencia no se me quitan las ganas de vivir.
Y es que a traves de esos malos momentos, siempre hay pequeños detalles, personas, objetos, canciones, y olores que nos devuelven la felicidad, y levantan al sol que cayó en su día. Y es que esos detalles son los diamantes que hacen que la luz llegue hasta mi camino para que así pueda seguir caminando.
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